domingo, 13 de noviembre de 2011

A orillas del Pacífico.


Qué difícil es pronunciar un adiós para algunas personas, pasar por esa liturgia en la que dejarás atrás a la gente que ha sido el peldaño más importante de tu vida hasta el momento, montarte en un coche que te lleve a Barajas, notar ese olor a lágrimas, a ausencias, a almas rotas... Ver esas caras de incertidumbre, de nervios, de rabia. Escapar volando de un invierno asfixiante, con rumbo… la tierra de las oportunidades y la libertad.
Aterrizar en esta tierra y notar algo diferente en el ambiente que te rodea, sentir que el destino te ha brindado una oportunidad para romper con todo, sentir que está naciendo un sueño, dando inicio una nueva vida, y de repente… los conoces a ellos. Ellos son personas que con un simple “Hola” se convierten en parte de tu familia, una familia un tanto extraña, con gente que no has visto en tu vida, gente que ha estado a tu lado desde que tienes uso de razón, gente de todos los lados del mapa.
Recordarlos, y acordarme de esas risas a deshora, de ese frío que nos congelaba hasta los huesos, de nuestras formas de darnos calor, el olor del humo de nuestra libertad, nuestro Bohemian rompiendo los horizontes de California, esos momentos de silencio  mirando al cielo, el placer de convertir un parque en tu hogar por una noche… Sentir que cada una de vuestras sonrisas despertaba dentro de mí a una nueva persona, una nueva vida.
Quiero daros las gracias a todos y cada uno, gracias por haber compartido de la forma que lo habéis hecho estas 3 semanas conmigo. Gracias a esas personas que me demostraron que la risa es el idioma internacional, a esa persona que hizo que volviera a creer que siempre hay tiempo para el amor, a esas locuras sin sentido que le dieron sentido a nuestro viaje, a unos amigos que sé que nunca voy a perder.
De nuevo en el aeropuerto, sentado y pensativo me di cuenta de lo que cambiasteis mi vida, que ese aeropuerto ya no olía a lágrimas, si no a cicatrices. Que ya no había ausencias, sino personas que tapaban el frío de una vida con sus abrazos. Que ese era un sitio que iluminaba aun cuando apagaban todas sus luces.
Y este fin de semana os he vuelto a encontrar, en Granada. Y sé que os volveré a ver en Alameda, Alicante o donde sea. Pero sobre todo sé que nos volveremos a encontrar en un lugar que creo que nos representa a todos, un lugar llamado libertad, un lugar llamado SAN FRANCISCO.

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